Hoy día se está empezando a hablar cada vez más de las emociones y de la importancia que tienen en nuestra vida. Hasta hace poco este tema ha sido en cierta manera tabú ya que por desgracia en los colegios no se enseña educación emocional y la manera en que se han tratado socialmente ha sido mediante su represión y ocultamiento principalmente, sobre todo si son las emociones calificadas como negativas, como el miedo, la rabia o la tristeza.
Me gustaría cambiar el enfoque y considerarlas como unos elementos que no son ni buenos ni malos, que son muy humanas, y que pueden servirnos sobre todo para aprender de las situaciones tanto externas como internas. Es como si fueran unos sentidos adicionales aparte de los físicos, que nos informan qué está realmente pasando conmigo y con una determinada situación. El mismo hecho no es vivido de igual manera por ninguno de nosotros, y el plano emocional es un reflejo de cómo se sienten y se viven las cosas.
Ciclo de una emoción
Cuando tenemos un determinado pensamiento o alguna circunstancia externa nos ocurre, es posible que nos produzca un cambio emocional, es como si una energía entrara de repente en nosotros al igual que cuando tomamos aire al respirar. Para completar el ciclo necesitamos vivirla y devolver parte de dicha energía al exterior como cuando expiramos. Si no la devolvemos al exterior nos empezaremos a cargar internamente de presión y tendremos que emplear energías para contenerla. La vía natural para devolver dicha energía al exterior es mediante su expresión. Lo más importante de este ciclo probablemente es el aprendizaje que obtenemos de dicho movimiento. Por ejemplo si sentimos rabia nos podría indicar que nos están invadiendo nuestros límites, o si sentimos tristeza nos podría decir que hay alguna necesidad importante en nosotros que no estamos atendiendo. El miedo nos indicaría que está en juego nuestra supervivencia, que no estamos protegidos adecuadamente, que tenemos que recuperar nuestro centro, o que tenemos que enfrentar aquello que tememos y que aún desconocemos.
Si sabemos interpretar dicho lenguaje nos haremos conscientes de qué es lo que pasa en nuestro interior y así reaccionar de la manera adecuada, en el caso de la rabia poniendo los límites adecuados y haciéndolos respetar, en el caso de la tristeza, poniendo los medios para satisfacer nuestras verdaderas necesidades. Y con el miedo sería defendiéndose o retirándose del peligro.
Resistencias
En este camino de aprendizaje usando las emociones, éstas no siempre se viven de manera armónica y se pueden usar diversos mecanismos defensivos de control o resistencias para no completar dicho ciclo.
Un mecanismo que se puede usar es la desconexión de la situación, sabemos por ejemplo que algo nos puede emocionar o mover y hacemos todo lo posible para evitar dichas situaciones, como el tener miedo a hablar en público o hablar de nuestros sentimientos, es una huida, a veces puede ser adecuado escapar de determinadas situaciones, pero es posible que se convierta en un patrón repetitivo y siempre estemos evitando dicha situación que nos hace sentir incómodos, con lo cual empezamos a limitar nuestra vida al no enfrentarlas.
Otro mecanismo de defensa posible es el no reconocer como propio lo que sentimos al conectar con una determinada emoción, la rechazamos en nosotros mismos y nos protegemos proyectándola a los demás, haciendo ver que es una emoción que es de los otros.
Seguidamente nos queda aceptarla como propia y darle un espacio para vivirla. Aquí la respiración juega un papel muy importante ya que podemos usarla para no sentir plenamente. Si no queremos aceptar dicha emoción, bloqueamos la respiración o la hacemos muy superficial, conseguiremos que la emoción pierda intensidad pero también información útil de lo que está pasando. Un aspecto muy importante de esta etapa es el dar un tiempo suficiente para que dicha emoción impregne todo nuestro cuerpo y seamos así conscientes corporal y mentalmente.
Suponiendo que la hemos aceptado como propia y la hemos dejado sentir un tiempo suficiente, llegaría el momento de expresarla. Tenemos aquí la posibilidad de reprimir o contener dicha expresión si no estamos en las circunstancias adecuadas o lo hemos convertido en un patrón repetitivo en el que nunca expresamos.
Tenemos tres canales para expresar las emociones: el cuerpo, la voz y la mirada. Si tenemos problemas a la hora de expresar emociones es muy posible que al final se somaticen en bloqueos físicos o vocales, que son reflejo de los mecanismos que usamos para contenernos, los cuales consumen nuevamente energía y se pueden manifestar como tensiones físicas, creencias rígidas, etc. Aquí es muy importante llegar a expresar con totalidad para poder sacar la energía retenida de una manera eficaz.
Una vez que hemos expresado correctamente nos quedaría dar un espacio para aprender de la situación. Aquí de nuevo podemos resistirnos e ignorar la lección, con lo cual es muy probable que empecemos un nuevo ciclo repetitivo del que no saldremos hasta que lo integremos dentro de nosotros, transformando nuestra forma de pensar y poniendo los medios adecuados con nuestras acciones.
Una forma de comprobar que tenemos ya integrada la lección, es observando que si se repite una determinada situación, ésta deja de emocionarnos o lo hace de una manera muy diferente.
Tenemos que tener presente que nos podemos hacer adictos a alguna emoción y quedarnos enganchados en alguna parte de este ciclo vital sin que queramos resolverlo aunque sea molesto, es un miedo a sentir cosas diferentes. “Más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”.
¿Qué hacer?
Las emociones no siempre las vivimos de manera armónica y a veces no vemos claro donde aplicamos las resistencias, para ello podemos simularlas o escenificarlas con el apoyo de determinadas técnicas, solos, con un grupo o con un profesional.
Al comienzo se suelen ver nuestros mecanismos mejor desde fuera por otra persona o los vemos más fácilmente en otros. Una vez que vamos cogiendo dominio podemos trabajar de manera autónoma.
Unas técnicas muy útiles y directas para trabajar el plano emocional son las Meditaciones Activas Osho®, dichas técnicas nos permiten conectar muy fácilmente con lo que necesitamos expresar, dándole una vía en la fase activa, y después en la fase de quietud creando el espacio suficiente para poder integrar y observar lo que se ha movido. Estas técnicas se pueden practicar individualmente o en grupo.
Otra técnica que se puede usar como autoconocimiento emocional es el shiatsu. Mediante el diagnóstico energético obtenemos información de qué meridianos están más desquilibrados y trabajar sobre ellos. Estas energías son reflejo de determinadas funciones en cualquiera de los planos (físico, emocional, mental), se desequilibran cuando usamos un mecanismo de defensa o protección de manera constante, como por ejemplo a la hora de reprimir emociones o cuando nos sentimos vulnerables. Cuando equilibramos estás energías mediante el masaje, empezamos a sentir cosas diferentes y a tomar conciencia de cómo usamos dichos mecanismos y así poder decidir usarlos o no, adaptándonos de manera más apropiada a cada situación. Al desactivar dichos bloqueos, que son reflejos de nuestras resistencias, sentiremos que tenemos más energía.
Conclusión
El plano emocional está íntimamente relacionado con el cuerpo y la mente. Si sentimos que se repiten continuamente determinadas situaciones, dolencias físicas, etc, el poner atención en ellas nos ayudará a comprender mejor nuestra realidad y poderles poner remedio, y en definitiva a saber fluir de una manera más armónica y satisfactoria por la vida.
José Antonio Espeso
Ingeniero de telecomunicación, Monitor de meditación y Terapeuta de shiatsu
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