Este
es, sin duda, uno de los temas duros de
la vida. A su alrededor se han creado
catedrales de malentendidos y no pocas
enfermedades asociadas a la necedad de
continuar siendo víctimas de quienes nos
han herido. El autor del siguiente texto
dirige el llamado Proyecto del Perdón en
la Universidad de Stanford. En una feliz
propuesta de editorial Norma, el doctor
Luskin* proporciona claves sobre el
rencor y el valor del perdón verdadero.
Yo defino perdonar como la experiencia
de paz y comprensión que se siente en el
presente. Se perdona al confrontar las
reglas rígidas que uno(a) ha trazado
para el comportamiento de los demás, y
al enfocar la atención en las cosas
buenas de la vida, no en las malas.
Perdonar no significa olvidar o negar
las cosas dolorosas ocurridas. Perdonar
es la poderosa afirmación de que las
cosas malas no arruinarán nuestro
presente, aun cuando hayan arruinado
nuestro pasado.
Uno de los mensajes centrales de mi
enseñanza para perdonar es que hay tres
componentes principales que motivan la
creación de largos y dolorosos
resentimientos:
Tomar la ofensa exageradamente personal
Culpar al ofensor por nuestros
sentimientos
Crear una historia de rencor
En este libro reviso cómo se forman los
rencores, por qué llevarlos a cuestas es
nocivo, cómo perdonar y cómo evitar
herirse de nuevo, dejando atrás dolores
pasados y construyendo mejores
relaciones.
Piense en alguna herida personal para
así darse una idea de cómo lo aflige
ahora. Cierre los ojos y piense en aquel
doloroso suceso por un momento. Cuando
recuerde claramente lo ocurrido, piense
o escriba brevemente un resumen sobre
aquella experiencia. Cuente la historia
de lo que pasó, en el papel o en la
cabeza.
Ahora analice lo que pasa cuando piensa
en ello hoy. Por ejemplo, ¿cuál es su
pensamiento más recurrente al recordar
el suceso? Luego tenga en cuenta cómo se
siente y fíjese cómo reacciona su cuerpo
al revivir el dolor.
Una vez consideradas sus respuestas, por
favor responda a las siguientes
preguntas:
1. ¿Piensa usted en esa dolorosa
situación más de lo que piensa en las
cosas buenas de la vida?
2. ¿Al pensar en ello siente incomodidad
física o alteración emocional?
3. Cuando hace memoria sobre el
particular, ¿lo hace con los mismos
pensamientos?
4. ¿Repite la historia una y mil veces
en la cabeza?
Debe quedar claro que los rencores no
son señal de enfermedad mental. Sentirse
herido(a) tampoco es indicio de
estupidez, debilidad o falta de
autoestima. Sencillamente significa que
no se está preparado(a) para afrontar
las cosas de otra manera. Sentirse
herido(a) en la vida es normal pero
difícil, y casi todos creamos rencores
en algún momento. Sin embargo, que sean
comunes no significa que sean
saludables.
Por más preparación que se tenga para
perdonar, hay momentos en que es útil
-hasta necesario- sentirse molesto(a).
Puede ser que algún límite personal haya
sido violado; podemos hallarnos en
peligro o haber sido maltratados. Aun
así, las situaciones que exigen
reaccionar con molestia son muy pocas.
Reaccionar movidos(as) por el dolor sólo
ayuda cuando ello soluciona el problema.
Ceder el poder
El error más grande que se comete bajo
el efecto de las sustancias estresantes
es culpar de nuestra molestia a la
persona que nos lastimó. Al culpar a
otros por nuestros sentimientos, les
cedemos el poder de controlar nuestras
emociones. Seguramente tal poder será
mal usado y seguiremos heridos(as). Es
alarmantemente alta la cantidad de
personas que le ceden poder a aquellos
que nos los quieren.
Sentirnos mal cada vez que pensamos en
la persona que nos lastima se vuelve
costumbre y nos hace sentir víctimas de
alguien más poderoso. Responsabilizar a
las personas por sus acciones no es lo
mismo que culparlas por nuestros
sentimientos.
¿Está usted contando la historia de un
rencor?
He aquí unas preguntas que le ayudarán a
decidir si la historia que ha estado
contándose a sí mismo(a) y a los demás
es una historia de rencor:
1. ¿Le ha contado su historia más de dos
veces a la misma persona?
2. ¿Recuerda mentalmente los sucesos más
de dos veces al día?
3. ¿Le habla a la persona que lo
agravió, a pesar de no tenerla presente?
4. ¿Se ha propuesto contar la historia
de su molestia sin alterarse, pero de
repente se agita inesperadamente?
5. ¿La persona que lo lastimó es el
personaje central de su historia?
6. ¿Al contar su historia se acuerda de
otras cosas dolorosas que le han
sucedido?
7. ¿Se concentra su historia en su dolor
y en lo que perdió?
8. ¿Hay un villano(a) en su historia?
9. ¿Se ha propuesto no volver a contar
su historia y luego rompe la promesa?
10. ¿Busca a otras personas con
problemas parecidos para contarles su
historia?
11. ¿Su historia sigue igual con el paso
del tiempo?
12. ¿Ha revisado los detalles de su
historia para constatar que sean
precisos?
Si respondió afirmativamente a cinco de
las primeras 11 preguntas, o respondió
NO a la pregunta 12, hay buenas
probabilidades de que su historia sea de
rencor. Pero no pierda la esperanza. Una
historia se puede cambiar tan fácil como
se creó.